Había una vez una Cucarachita Mandinga que estaba barriendo las gradas de la puerta de su casita, y se encontró un cinco.
Se puso a pensar en qué emplearía el cinco.
--¿Si compro un cinco de colorete? --No, porque no me luche.(luce)
¿Si compro un sombrero? --No, porque no me luche. ¿Si compro unos aretes? --No, porque no me luche. ¿Si compro un cinco de cintas? --Sí, porque sí me luchen.
Y se fue para las tiendas y compró un cinco de cintas; vino y se bañó, se empolvó, se peinó de pelo suelto, se puso un lazo en la cabeza y se fue a pasear a la Calle de la Estación. Allí buscó asiento.
Pasó un toro y viéndola tan compuesta, le dijo: --Cucarachita Mandinga, ¿te querés casar conmigo?
La Cucarachita le contestó: -- ¿Y cómo hacés de noche?
--¡Mu....mu........!
La Cucarachita se tapó los oídos:
--No, porque me chutás.(asustás)
Pasó un perro e hizo la misma proposición.
--Y cómo hacés de noche? --le preguntó la Cucarachita.
--¡Guau....guau....!
--No, porque me chutás.
Pasó un gallo: --Cucarachita Mandinga, ¿te querés casar conmigo?
--¿Y cómo hacés de noche?
--¡Qui qui ri quí!....
--No, porque me chutás.
Por fin pasó el Ratón Pérez.
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